El estado de ánimo de Givenchy ha sido muy cambiante en temporadas pasadas. Una serie de colecciones poéticas con hermosos y sombríos shows fueron seguidas el año pasado por el homenaje de Riccardo Tisci a las raíces elegantes de la casa de moda: colecciones glamorosas presentadas de una manera mucho más adulta. Entonces no era tan raro que el diseñador necesitara un cambio de 180 grados, la tarde del domingo en la escuela Lycée Carnot, Tisci trajo de vuelta lo sexy. Si esas temporadas pasadas le dieron a la chica Givenchy un sentido de pureza – o al menos disminuyeron el descaro – esta colección fue como su segunda rebelión adolescente.
¿Y que podría representar mejor la pérdida de la inocencia que la idea de chicas tirolesas de grandes senos brincando alrededor de colinas austriacas en vestidos con delantales folclóricos, tan benignos en concepto pero tan pícaros en la realidad? Bueno, una versión dominatrix podría hacerlo, y eso es lo que Tisci hizo. Regresó a las botas hasta el muslo de piel que hace mejor que nadie (en algún lugar de Park Avenue, Madonna se regocija), faldas de gladiador estructuradas, y todo el riguroso blanco y negro por el cuál los fans de Givenchy viven. Con “Radioactivity” de Kraftwerk sonando en los altavoces, fue el retorno de una mujer Givenchy mucho más lujuriosa, una que complementa mucho mejor el sex appeal de macho corpulento de su contraparte masculina. The hills are alive.
Credits
Text Anders Christian Madsen
Photography Mitchell Sams