Tracey Emin siempre ha luchado por exponer sus dibujos y aboga por el arte de la ilustración a mano. Ha encontrado en el trazo una vía espiritual de trabajo a través de la cual expresar sus relaciones y su propia historia.
Su última exposición, The Last Great Adventure Is You, se encuentra en la galería White Cube de Londres y ha tenido excelentes críticas de periódicos como The Guardian y el Standard. El éxito de la obra de Tracey se debe a la forma en la que se expone a sí misma, como en su colección de autorretratos Alone Is Alright y That’s How You Think Of Me. Capta la fragilidad y a la vez su natural neurótico de una manera extraordinaria, algo que conecta a la perfección con la simplicidad y ternura de sus dibujos.
No debería sorprendernos entonces que la nueva ola de jóvenes artistas británicos no sólo se esté popularizando por su trabajo, sino que también lo estén haciendo gracias a su forma de plasmar su trayectoria personal en un marco mucho más conceptual. La historia del dibujo se ha centrado siempre en completar nuestros pensamientos inacabados totalmente vinculado a un análisis psicológico y a una libre interpretación.
Los dibujos son algo privado y humano que requiere tacto. Por eso, en un mundo dominado por máquinas y ordenadores, no es de extrañar que esta disciplina resurja como una iniciativa moderna anti-sistema (como ya hemos visto con las bicis, el tweed, las barbas…). Aun así, la vuelta al dibujo está mucho más sensibilizada con el arte digital de lo que nos imaginamos; la accesibilidad y la libertad del mundo online también beneficia a la divulgación de este tipo de obras. Seguramente Emin sea una de las artistas más famosas que actualmente se centra exclusivamente en el dibujo a mano, pero empieza a haber muchos que están aportando ese parte de psicoanálisis al arte digital. También se ha dado cuenta del potencial del mismo y lo ha proyectado en formatos distintos, como en el caso de revistas como Tender e Illuminati Girl Gang que destacan por su energía, su juventud y su consciencia política.
Los dibujos son algo privado y humano que requiere tacto. Por eso, en un mundo dominado por máquinas y ordenadores, no es de extrañar que esta disciplina resurja como una iniciativa moderna anti-sistema. Aun así, la vuelta del dibujo está mucho más sensibilizada con el arte digital de lo que nos imaginamos.
Kate Macfarlane y Mary Doyle de The Drawing Room en Bermondsey poseen una de las pocas galerías de arte dedicadas únicamente a la ilustración. Kate nos cuenta que iniciaron este proyecto después de darse cuenta de que “hay muchas formas creativas de usar el dibujo” y de que “este medio esencial todavía no ha salido a la luz. El público no está al tanto de un proceso artístico que requiere tanto esfuerzo creativo”. Nos han contado historias de diseñadores que roban los esbozos de un famoso modisto con el fin de que no acaben en la basura y de artistas que guardan los suyos en cajas fuertes como si fuera “la joya más valiosa e irremplazable del proceso creativo”.
En una reciente exposición en The Drawing Room se mostró la obra de Egon Schiele, un artista vienés que murió en 1918 con tan solo 28 años y que es famoso por sus ilustraciones del cuerpo humano que exploran la relación entre el desnudo, el arte y la pornografía. La obra de Schiele tuvo una gran influencia en la carrera de Richard Avedon, el famoso fotógrafo de moda, que describió sus dibujos como algo “construido en una mentira sobre quiénes fuimos y que reveló una verdad sobre quiénes queremos ser”. La “naturaleza erótica y confrontacional” que Avedon vió en el trabajo de Schiele redefinió la fotografía de moda que por aquel entonces se basaba en una actitud de indiferencia carente de sentimientos.
La moda también se ha apuntado al auge del dibujo: recientemente se han añadido ilustraciones de Snoopy, The Simpsons y varios personajes Disney a prendas de firmas como Coach, HYPE y Wood Wood respectivamente; por otra parte, el ilustrador Fergus Percull ha ayudado al relanzamiento de Marc by Marc Jacobs, diseñado para Palace e ilustrado en el nuevo número de Man About Town. A diferencia de la pintura al óleo, por ejemplo, el dibujo es algo fácil de aplicar en diferentes materiales y su connotación psicológica es innegable a pesar de que los dibujos animados nos trasladen a un inocente mundo de nostalgia.
Durante mucho tiempo se ha pensado que los dibujantes de personajes infantiles eran los que mantenían viva la ilustración, pero es en la obra paranoica y fantasiosa de Egon Schiele en la que vemos realmente que el dibujo ha sobrevivido a la obsesión moderna con la geometría y la impersonalidad. La simplicidad de las formas a menudo permite la expresión surrealista y onírica de lo crudo y lo inquietante. Esta representación tiene un enfoque muy freudiano y se puede ver en el trabajo de artistas como Tracey Emin y es de las raíces históricas del dibujo desde donde están sacando inspiración los jóvenes ilustradores británicos.
A diferencia de la pintura al óleo, por ejemplo, el dibujo es algo fácil de aplicar en diferentes materiales y su connotación psicológica es innegable.
The Printed Room ha recopilado las obras de 40 artistas que se han expuesto este año en la galería SALTS de Suiza. La colección nos muestra la superposición de la tecnología digital sobre la analógica: se enviaron todas las piezas por email y se imprimieron en una clásica impresora digital, todas en papel formato A4. La exposición mezcla el dibujo con la poesía sacada de la cultura de Internet: desde capturas de pantalla de Instagram llenas de garabatos a poemas construidos con extractos de subtítulos de películas. Mientras las directrices sobre lo que se considera “el dibujo” ya son algo difusas, los jóvenes artistas noveles están traspasando todavía los límites establecidos, experimentando con la versatilidad de esta técnica. Como Alt Lit, una comunidad de jóvenes escritores y poetas que utiliza Tumblr y otras plataformas de blog online para difundir poesía, ilustración y de todo en general. Estas acciones hacen cada vez más delgada la línea que separa las disciplinas artísticas y dota al dibujo de la posibilidad de asumir nuevos roles.
“El dibujo goza de una claridad que otras formas de expresión no tienen”, explica Matthew de Kersaint Giraudeau, un artista que tanto para la realización de películas, esculturas y pinturas también usa el dibujo como herramienta esencial de creación. En su obra combina palabras sueltas con esbozos de objetos como una forma de estudio de la relación entre el lenguaje y los bienes materiales. “Pensé que sería divertido”, nos cuenta. “La idea de un universo de objetos inalcanzables a los que el lenguaje nunca puede llegar. Y el caso es que todos los objetos en ese universo son cosas feas, resbaladizas y voluminosas. Usamos palabras como ‘Lars Von Trier’ para referirnos a un aclamado y controvertido director de cine danés pero, en realidad, Lars Von Trier es una especie de mesa del revés con las patas rechonchas”. En la carrera de Matthew se refleja ese punto entre el humor de los dibujos animados y la investigación de un artista conceptual.
Llegados a este punto, entre lo psicológico y lo conceptual, la situación actual nos indica que es muy probable que el dibujo sobreviva en un futuro, ya que su versatilidad nos permite abrazar conceptos tan contradictorios como lo público y lo privado, la simplicidad y lo conceptual y el humor caricaturizado con el análisis psicológico.
Marlene Dumas, La Mujer de Bonnard, 1999
Credits
Text Felix Petty
Images courtesy The Drawing Room, Bermondsey